Tudor

Morgan Bourc’his
LA BÚSQUEDA DE LO SALVAJE

TUDOR se une al nuevo y fascinante proyecto de Morgan Bourc’his, un documental en el que la búsqueda de cetáceos lo sacará de las cálidas aguas del mar Mediterráneo para llevarlo a los helados fiordos noruegos.

En el documental La Quête du Sauvage (La búsqueda de lo salvaje), el campeón mundial de buceo libre y amigo de TUDOR, Morgan Bourc’his, viajará hasta el norte de Noruega para tratar de volver a conectar con la naturaleza. Al igual que cualquier explorador, Morgan deberá dejar atrás el «mundo normal» antes de comenzar su aventura. Su objetivo es poder nadar con algunas de las criaturas salvajes más poderosas (y que mejor se adaptan a su entorno) del océano en unas aguas extremadamente frías y oscuras.

En su búsqueda del encuentro ideal con orcas y ballenas, Morgan conocerá a personas para las que tratar con estos animales es algo cotidiano. Spildra, una misteriosa isla repleta de historias y leyendas, será el centro de todos los encuentros. Allí, Morgan se entrevistará con una persona de lo más auténtica que conoce los remotos fiordos como la palma de su mano, una especie de guardián que le pondrá en contacto con personas y animales que serán fundamentales para alcanzar su objetivo. Uno de ellos es Audun Rikardsen, un antiguo cazador de ballenas. Que en la actualidad es un biólogo marino experto en la materia. Este ayudará a Morgan a entender la importancia de aceptar totalmente nuestra herencia cultural para poder moldearla y utilizarla en beneficio de los seres vivos. También llegará a comprender los sutiles lazos que nos unen a los mamíferos marinos, unos lazos que podrían hacernos partícipes de la desaparición o recuperación de estos seres.

La historia de TUDOR está repleta de aventureros que han superado sus propios límites, así como los de toda la raza humana: desde la visión de Hans Wilsdorf, fundador de la marca y precursor de los relojes de muñeca, hasta la determinación de los exploradores que recorrieron los helados páramos de Groenlandia en los años 50 o la valentía de los buceadores profesionales que inspeccionaron los cinco océanos. Hoy en día, Morgan Bourc’his encarna este espíritu pionero y, a través de La Quête du Sauvage, mantiene vivo el legado. Un amigo de TUDOR y deportista consolidado con varios campeonatos mundiales en su haber, Morgan se reinventa para convertirse en observador de la naturaleza y documentalista en uno de los entornos más hostiles para un buceador, donde estará en contacto con algunas de las criaturas más grandes del planeta.

LA EXPERIENCIA DE MORGAN BOURC’HIS

«Antes de empezar este proyecto no tenía ningún tipo de experiencia en rodajes de larga duración, ya que solo había hecho reportajes y anuncios. No obstante, la temática en sí era algo que me daba mucha seguridad. Partir durante un mes para explorar nuestra relación con la naturaleza salvaje junto a los grandes cetáceos del norte de Europa, para entender la relación que la gente de la zona tiene con ella, sus historias y representaciones. Todo ello suponía algo por lo que me interesé al instante. Tanto las semanas que pasamos explorando la zona como la de rodaje constituyeron un reto tan complejo como fascinante.

Dejando de lado mi condición actual de buceador libre y competidor a nivel mundial, el mar es, para mí, un lugar fascinante al que dedico tiempo todos los días; su existencia es fundamental y sumergirme en él, una necesidad. Nunca había tenido la oportunidad de pasar tiempo con las grandes criaturas marinas que habitan nuestro planeta. Esos seres vivos están ahí, pero se esconden en lo más profundo de los océanos y ya no son tan numerosos como antaño. Quiero conocerlos. En los fiordos situados al norte de Noruega, estas criaturas forman parte de la vida cotidiana de las comunidades costeras.

Nuestra primera estancia, en enero de 2019, me resultó difícil. Llegué allí debilitado por una enfermedad y mi vida privada era un caos. No contábamos con un experto local, por lo que nos las tuvimos que arreglar solos y sobrevivir en un entorno que me resultaba muy ajeno. Las condiciones climatológicas eran duras y mi equipo no era el adecuado. Una empresa turística se encargaba de nuestras salidas al mar. Todo salió bien, pero las inmersiones eran cortas y prácticamente no tuvimos contacto con los animales. Sin embargo, sí pudimos vivir algunas experiencias maravillosas, y este viaje se convirtió en una parte esencial de la estructura del documental.

En noviembre de 2019, seis de nosotros partimos hacia la isla de Spildra. Formábamos un equipo extraordinario que iniciaba una aventura extraordinaria y congeniamos mucho. Nuestro contacto local se llamaba Roy Isaksen, un personaje secundario muy importante en el documental; él se encargó de llevarnos a todas partes y de hacer de anfitrión. Es un hombre extraordinario sin el cual el reportaje no habría llegado a ver la luz, estar con él cada día fue un auténtico placer y el tiempo que pasamos en aquella isla tan remota con unas quince personas fue un privilegio, una experiencia en la que el tiempo parecía detenerse. Las condiciones climatológicas fueron mucho menos duras y pudimos aprovechar al máximo el tiempo que pasamos en el mar, rodeados de los impresionantes fiordos. En esa ocasión, pudimos conectar de verdad con los animales, pese a que nos costó varios días localizarlos. Nuestras interacciones con ellos fueron intensas; nos vimos en medio de sus momentos de caza y pasamos largas horas a su lado, experimentando su mundo, su gran tamaño, su fuerza, su curiosidad y el entorno en el que habitan.

Acercarme a ellos fue todo un reto. A pesar de que el mar es una parte esencial de mi vida, me educaron para creer que las que allí habitan son criaturas siniestras, misteriosas y, en ocasiones, incluso peligrosas, al igual que en la película Tiburón. Tuve que enfrentarme a algunos miedos, pero lo que más me preocupaba era la inmensidad del océano. Fui capaz de superar mis miedos tras realizar varias inmersiones con esos grandes depredadores, algunas de ellas de noche; en ningún momento me sentí amenazado. También pudimos presenciar la pesca en todas sus variantes, especialmente la pesca industrial del arenque. Aunque este recurso se gestiona de forma sostenible, el sector de la pesca del arenque en Noruega es impresionante y constituye una clara muestra de la presión que puede llegar a ejercer el ser humano sobre los recursos naturales de su entorno.

En este viaje adquirimos una gran cantidad de conocimientos sobre la relación entre algunos seres humanos y la naturaleza salvaje: dos pescadores, uno anciano y otro joven; un equipo encargado del control de la población de peces; un científico hijo de un cazador de ballenas; un «chamán» y un antropólogo, así como un grupo de turistas entusiasmados que habían venido, como nosotros, a conocer a los grandes cetáceos.

El hecho de pasar un tiempo en un lugar remoto, pese a que este ofreciera todas las comodidades propias del mundo moderno, nos hizo reflexionar acerca de nuestra relación con el tiempo y la civilización humana. Nos encontrábamos en una zona de cultura occidental, pero en zonas muy remotas. Allí, todos y cada uno de los elementos logísticos propios del día a día tenían que organizarse con antelación, ya fuesen provisiones, transporte o energía y, sin embargo, nada de eso supuso un problema. Simplemente, la relación con el tiempo allí es ligeramente distinta. El lugar «súperurbanizado» en el que vivo está mucho más desconectado de su entorno y el lugar en el que nos encontramos es mucho más monótono y organizado. Ya no es realmente salvaje o indómito.

En conclusión, La Quête du Sauvage constituye, en mi opinión, una aventura humana y técnica en colaboración con la naturaleza y sujeta a los deseos de esta».

ACERCA DE MORGAN BOURC’HIS

Morgan Bourc’his nació en Touraine, en el centro de Francia, en 1978. Sus habilidades en natación destacaron ya desde pequeño, y a los 22 años escuchó la llamada del mar y se mudó a Marsella para poder dedicarse al buceo libre. Como miembro de la selección francesa se convirtió en campeón mundial de peso constante sin aletas en los años 2008 y 2013 tras bucear a una profundidad de 89 metros sin aletas ni asistencia, batiendo así el récord de Francia. En el año 2017 mejoró esa marca al llegar a los 90 metros de profundidad y, recientemente, ha conseguido llegar a los 91.

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